Hay momentos en la vida de todas las personas en las que parece que todo lo que puede salir mal, efectivamente va a salir mal, y no solamente eso, sino que va a empeorar a cada paso. A eso es lo que podemos llamarle obstinada oscuridad.

Hay áreas en nuestra vida que no logramos, por uno u otro motivo, enrumbar de manera correcta. En esta serie en particular nos vamos a enfocar en el tema de la depresión, la cual es una de las mejores muestras de obstinada oscuridad, ya que no es algo de lo que sea fácil salir. Es un mal creciente en la vida actual, tanto que ha invadido a niños y jóvenes, lo cual es alarmante, pues la OMS ha determinado a la depresión como la mayor enfermedad incapacitante en el mundo.

Hay que aprender a diferenciar entre lo que es una depresión clínicamente diagnosticada y lo que es una “depre” que significa un bajonazo de ánimo. Por ello debemos levantar la mirada y poder ver a los que lo sufren a profundidad, ya que uno de los peores errores que cometemos es minimizar lo que otros enfrentan, principalmente cuando no lo hemos experimentado.

Definamos la depresión como una profunda tristeza, crónica, que quita energía, quita las emociones positivas, afecta el sueño y alimentación. Suele afectar la concentración, el enfoque y estanca el crecimiento personal, lo que hace que se vuelva un círculo del cual sea complicado salir. Y claro, la depresión es compleja, pero ser un cristiano con depresión es aún más complejo por todos los mitos dentro de la iglesia con respecto a este tema (falta de Dios, pecado, falta de fe, entre otras)

En 1 Reyes 17 encontramos la historia de Elías. Su nombre significa “Mi Dios es Yahweh”. Y este profeta en particular era considerado uno de los más grande profetas. Su llamado fue el de confrontar los desvíos del rey Acab y su mujer Jezabel.

Si repasamos toda la vida de Elías vemos historias fantásticas. Dios hizo bajar fuego del cielo, resucitó al hijo de una viuda, fue alimentado por Dios de maneras sobrenaturales, trajo sequía. Acabó con ochocientos cincuenta profetas falsos, pero en 1 Reyes 19, 1-8 vemos como la amenaza de muerte de Jezabel hace que surja la parte humana de Elías, y en el verso cuatro exclamó “quítame la vida”. Cómo explicamos esto, es claro, estaba cansado y sin energía. La sequía, la batalla con Acab, la ejecución contra los profetas falsos, las situaciones de la viuda, el estrés y la tensión… todo ello es cansado, agobiante y desgastante. Ante tanta presión, Elías mostró ser humano.

Nuestra vida está llena de estos eventos. Tenemos cansancio por temas familiares, económicos, de salud, laborales y demás. Podemos sumarle a ello las oraciones que parecen no tener respuesta, inclusive el trabajo ministerial, todo esto lo vivió “El profeta de acero”, el que parecía un hombre invencible por el Dios que le respaldaba, quién ahora nos demostraba que era solamente un ser humano común y corriente.

Acababa de ganar una batalla épica contra el acérrimo rival de Yahweh, y ahora parece derrotado. No parece tener sentido, y pues así precisamente funciona la depresión, no tiene una lógica, es simplemente un daño emocional muy fuerte, y que suele atacar en momentos de debilidad.

Elías huyó para ponerse a salvo. Tuvo temor. Y podemos notar un detalle muy importante. Antes de esto, en medio de todas las maravillas milagrosas, consultó a Dios, pero decidió huir y esconderse sin haber hablado con Dios. Se entregó a su humanidad y se quiso rendir, no había energía en su ser, y esos son los momentos en que mayormente estamos propensos a caer en depresión.

Moisés también quiso morir. Se sentía harto y cansado de lidiar con el pueblo, y le pidió a Dios que lo matara (Números 11). O podríamos ver el caso de Jonás, el cuál tras todo lo vivido, tras ver a Dios perdonar a los ninivitas cayó en un estado depresivo (Jonás 3). A veces cuando vemos que Dios actúa en favor de quienes no nos parece que debería hacerlo, aparece un sentido de pérdida y depresión que nos carcome.

La depresión es peligrosa ya que es una puerta hacia atentar con la vida propia, y lo vemos en el deseo de estos tres grandes hombres de Dios, no obstante, no podemos dejar de entender que solamente Dios es el dador de la vida, por lo que solamente él puede ponerle fin.

Volviendo al caso de Elías, podemos ver cómo:

  1. Dios utilizó a un mensajero para cuidar de Elías. Deberíamos por ello estar siempre dispuestos para que Dios nos use de manera semejante con nuestros hermanos.
  2. Dios se preocupó por su alimento y su sueño, ya que la mala alimentación y el mal dormir, son combustibles para el desarrollo de la depresión. Por ello Dios desde la creación estableció un momento de reposo. Por lo que debemos buscar activamente descansar.

Debemos aprender a encontrar los límites de nuestra energía y de nuestras capacidades, para aprender a regenerarnos físicamente a través de ello acercarnos a Dios en intimidad y crecemos espiritualmente, pero si no nos detenemos, es factible que nos quedemos sin energía y seamos presa de eventos de depresión fuerte.

Debemos evaluar los alimentos espirituales, mentales y emocionales, lo que vemos, leemos, en lo que meditamos y nuestras conversaciones e interacciones sociales, son mucho de lo que nos alimenta, por lo que deberíamos ser muy selectivos al respecto. Y si estamos desde fuera, debemos ser más solidarios, orara, acompañar, alimentar y cuidar de ellos es lo que Dios nos manda a hacer, para salir de esa oscuridad, ya que no es deseo de Dios que sea algo perpetuo.

Podemos utilizar el ejemplo de cuando te quemas la lengua, lo que sigas comiendo no sabe a nada, pero es importante seguirse alimentando; por lo tanto, si estamos en un cuadro de tristeza, aunque los deseos no sean lo más grandes, hay que seguir viviendo, congregándose, saliendo a caminar, ejercitarse, ya que eso nos ayudará a salir adelante.

Y como compañeros de viaje de los otros, lo mejor es animarlos, escucharlos, ser empático, tener cariño sincero, integrarlos a actividades nuevas, no presionarlos, y estar siempre presente física y emocionalmente. Es decir, hacer como Dios hizo con Elías.

2 Corintios 1, 4: “Él nos consuela en todos nuestros sufrimientos, para que nosotros podamos consolar también a los que sufren, dándoles el mismo consuelo que él nos ha dado a nosotros”

La depresión nos afecta a todos. Por ende, no podemos ignorarla, sino que a través de Dios seamos medios para ayudar a otros a salir de esa obstinada oscuridad.